Había una vez en un lejano país,
una familia muy pobre, muy pobre. Esta familia era muy querida en su aldea, ya
que se trataba de una familia muy pobre pero muy honrada. El padre trabajaba de
leñador y la mujer cuidaba de la casa, no deseaban tener hijos ya que no los
podrían mantener. Pero un día la mujer se quedó embarazada. Vivieron el
embarazo con mucha tristeza, pensando en cómo iban a mantener a la criatura.
En verano nació una niña tan
bonita que toda la aldea estaba asombrada por su belleza. La niña tenía unos
ojos verdes grandes, el pelo rubio, y una piel muy blanquita como la nieve. Todos
los vecinos de la aldea siempre hablaban de esa niña tan hermosa.
Cuanto más pasaban los años, más
bella era la niña. Todos los hombres de la aldea la deseaban y querían casarse
con ella. Pero el padre que era muy egoísta no quería a cualquier hombre para
su hija, quería a un hombre con mucho dinero para sacarles de la pobreza.
Un día la madre se puso muy
enferma. No le quedaban muchos días de vida. Asique llamó a su hija y le dijo:
-
Hija mía, me queda poco tiempo de vida. Quiero
que sepas que eres lo mejor que me ha pasado en esta vida. Sabes que tu padre
es un gruñón y un egoísta, va a intentar casarte con un hombre al que no amarás.
No cometas ese error, y encuentra a tu amor verdadero.
Por ultimo quería
darte esta cajita en la que encontrarás en su interior tres perlas. La perla
simboliza la modestia, la pureza y la unión feliz. Quiero que las guardes con
mucho cariño como el último regalo de tu madre.
Pocos días después la madre
murió. El padre y la hija se sintieron muy tristes al perder a la persona que
querían tanto.
Cuando la niña cumplió 15 años,
se convirtió en la muchacha más bella del mundo. Tenía pretendientes por toda
la aldea, pero su padre no estaba conforme ya que no eran lo suficientemente
ricos como para sacarles de la pobreza. Por ello decidió a esperar porque sabía
que algún día llegaría un rey o un príncipe a pedirle la mano de su hija.
La niña estaba muy contenta
porque pensaba que a su padre se le pasó la idea de casarla. Hasta que un día
llegó una carta en la que decía que dentro de dos días se iba a presentar el
rey en la aldea para conocer a la mujer más bella del mundo. Si era verdad que
era tan hermosa quería casarse con ella. Cuando el padre leyó la carta se puso
muy contento porque se iba a cumplir su deseo de salir de la pobreza y
convertirse en un hombre muy rico.
Cuando llegó el rey y conoció a
la niña, se quedó asombrado de lo que estaba viendo. Era verdad lo que decían,
estaba delante de la mujer más bella del mundo. En cambio para la joven no fue
como ella se lo imaginaba. Estaba delante de un anciano feo y repugnante. El
rey tenía claro que se tenía que casar con esa mujer tan bella. Por ello le
pidió al padre la mano de su hija, éste rápidamente aceptó su proposición,
estaba encantado con ese matrimonio.
La niña no podía desobedecer a su
padre y se tenía que casar con ese anciano. Pero le pidió una noche para
pensárselo y éste aceptó.
Al día siguiente fue a hablar con
el rey porque creía que encontró la solución, quizás no para convencerles de que
no se podía casar, pero al menos podría alargar más tiempo hasta el matrimonio
y le dijo:
-
Antes de casarnos, me gustaría recibir mis
regalos de pedida. Si eres capaz de darme todo lo que te pido, me casare
contigo.
El rey le respondió:
-
Claro que sí, te regalaré lo que quieras. Soy un
hombre muy importante y tengo mucho dinero. Puedo conseguir lo que quieras.
La niña se quedó un rato
pensativa y al rato le dijo:
-
Como mi primer regalo de pedida me gustaría
tener:
·
un vestido tan brillante como las estrellas
·
unos zapatos tan dorados como el sol
·
un colgante tan plateado como la luna
El rey mandó a mensajeros,
sastres, zapateros para que trajeran el oro más fino y lo convirtieran en el
hilo de oro más fino para hacer los zapatos tan dorados como el sol, que
buscaran la plata más brillante, más blanca para hacerle el colgante tan plateado
como la luna, y el platino más blanco más maravilloso para hacer el vestido tan
brillante como las estrellas y los diamantes más puros para engarzarlos para
que ese vestido fuera tan fantástico como la niña lo deseaba.
Al cabo de un año más o menos,
las tres cosas ya estaban hechas. La joven tenía la esperanza de que el rey no
conseguiría hacerle los tres regalos, pero al verlos se asombró mucho. Entonces
el rey anunció el compromiso. Ella no se opuso pero le hizo otro pedido:
-
Sois muy amable por haber conseguido mis tres
regalos, pero ya que nos hemos comprometido me gustaría recibir otro regalo,
pero éste será el de bodas. Como es el regalo de bodas será más especial.
Quiero que me regales un abrigo de todas las pieles de todos los animales que
existen en el mundo. En definitiva quiero un abrigo de toda clase de pieles.
Al cabo de un año, un año y
medio, ya estaba hecho el abrigo y el rey se lo enseñó a su futura esposa. El
abrigo era muy grande porque hay muchos animales que tienen piel, muy largo le
llegaba hasta los pies, tenía muchísimo vuelo, tenía unas mangas muy largas que
le permitía doblar y cruzar los brazos, tenía una caperuza enorme que le
permitía taparse la cara y sólo se le viesen los ojos, y era un abrigo muy raro
porque estaba hecho de pequeños trozos de pieles, pero los sastres supieron
combinarlos muy bien y quedó un abrigo muy original y bonito.
Cuando la joven se fue a su
habitación, empezó a llorar mucho porque ya no sabía que hacer para no casarse
con ese hombre. Entonces decidió fugarse de casa para desaparecer para siempre
y no casarse. Cogió su primer regalo del rey (un vestido tan brillante como las
estrellas, unos zapatos tan dorados como el sol, un colgante tan plateado como
la luna), cogió su regalo más preciado de su madre la cajita con las tres
perlas, se puso el abrigo de toda clase de pieles y salió de la casa.
Cuando llegó al bosque, ya era de
noche y no se veía nada. Decidió correr para alejarse lo más posible de la
aldea. Estaba muy asustada porque sabía que en cuanto el rey se diese cuenta de
que no estaba, la iría a buscar con sus hombres por todos los lugares.
Corrió y corrió por todo el
bosque, durante el día y la noche. Descansaba poco, por miedo a que la cogieran
los hombres del rey. Estaba muy cansada, le dolían los pies. No sabía
exactamente en qué parte del bosque se encontraba, pero siguió corriendo hasta
que su cuerpo no aguantó más y se desmayó.
Cuando se despertó, se encontraba
en una habitación que no le era familiar. Al recordar el bosque se asustó, ya
que pensaba que le cogieron los hombres del rey y la llevaron de nuevo a la
aldea para casarse con el anciano. Entonces empezó a gritar:
-
Por favor, por favor, no me matéis que soy un
animalito muy asustado.
Entonces entró en la habitación
una mujer que la tranquilizó, le explicó dónde se encontraba y lo que había
pasado en el bosque. Le dijo que se encontraba en el palacio del príncipe
David. Y si deseaba quedarse en palacio, debería trabajar como cocinera. Con lo
que la joven aceptó sin pensárselo.
Toda clase de pieles pasaba todo
el día en las cocinas del palacio. Se hizo muy amiga de la cocinera ya que ésta
nunca tuvo hijos y la quería como tal. La joven era encantadora y muy agradable
con todas las personas. La cocinera siempre le contaba a la joven cosas del
príncipe, como era, que es lo que le gustaba de comer, lo que hacía en su
tiempo libre… por lo que nuestra protagonista tenía unas ganas inmensas de
conocer al príncipe, pero nunca tenía la oportunidad.
Un día, cuando estaban preparando
el almuerzo, entró en las cocinas el príncipe David. Toda clase de pieles no se
lo podía creer. ¡Era él, tan hermoso como se lo imaginaba! El príncipe David al
verla se quedó asombrado por lo bonita que era esa joven. No se podían dejar de
mirar. Fue un flechazo. Se habían enamorado.
Según va pasando el tiempo, la
reina madre del príncipe David, decide que ya es hora de que su hijo se case y
decide celebrar 3 días de fiesta para elegir una novia para el príncipe.
Nuestra joven que estaba locamente enamorada de él, le pide a la cocinera que
por favor le deje ir un ratito a esa fiesta. La cocinera que la quiere como a
su propia hija, le da permiso, pero le dice:
-
Tiene que volver pronto porque el príncipe David
se toma un vaso de leche antes de acostarse, y si me haces el favor se lo
preparas y se lo subes.
Con lo que la joven acepto, sin
protestar. Se subió a su habitación se puso su vestido tan brillante como las
estrellas, sus zapatos tan dorados como el sol y su colgante tan plateado como
la luna, se peinó su pelo y bajó al baile.
Había muchísimas mujeres en la
fiesta, pero la joven no quería perder su oportunidad de bailar con el
príncipe. Cuando empezó a sonar la música el príncipe la vio y no se lo podía
creer, estaba delante de la mujer más bella de la fiesta, o mejor dicho estaba
delante de la mujer más hermosa del mundo.
Bailaron juntos todo el tiempo. Cuando
Toda clase de Pieles ve que el baile está terminando y todos van a sus
habitaciones para irse a dormir, se da cuenta de la hora que es y se va
corriendo a su habitación para quitarse su vestido tan brillante como las
estrellas y ponerse su abrigo de toda clase de pieles para bajar rápido a las
cocinas. Pero en ese momento se le ocurre una idea y saca de la cajita que le
regaló su madre antes de morir, una de las perlas. Toda clase de Pieles le
preparó el vaso de leche al príncipe y le echó dentro del vaso la perla y se lo
subió a la habitación al príncipe.
Llama a la puerta del príncipe el
príncipe le abre la puerta, coge el vaso le da las gracias y Toda clase de
Pieles se retira. Cuando el príncipe tomó su vaso de leche, se da cuenta de que
hay algo en el vaso, así que con mucho cuidado saca la perla del vaso. Le
parece algo raro y se pregunta ¿A quién se le caería una perla dentro de mi
vaso? No le da mucha importancia, pero guardó la perla en su mesilla.
Llega la segunda noche de baile,
Toda clase de Pieles ese día también pidió permiso para ir al baile. Subió a la
habitación se preparó, se puso su vestido tan brillante como las estrellas, sus
zapatos tan dorados como el sol y su colgante tan plateado como la luna, se
peinó su pelo y bajó al baile.
El príncipe al verla, se quedó
más asombrado que el primer día. La muchacha estaba más hermosa aún. El
príncipe se quedó un rato pensativo, ya que aquella muchacha le recordaba a alguien
que vio hace algunos días. Bailaron juntos como el primer día, hasta agotarse.
A la hora de subirle el vaso de leche al príncipe David, Toda clase de Pieles
le echa otra perla de la cajita. El príncipe al tomar la leche y ve que esta
vez hay otra perla en el vaso, piensa que una vez puede ocurrir pero dos ya son
muchas y se guarda la perla otra vez en la mesilla.
Al llegar la tercera noche de
baile. Toda clase de Pieles se vuelve a preparar y baja al baile. El príncipe
ya la estaba esperando, se da cuenta de que está locamente enamorado de esa
joven. Esta vez no la quiere dejar escapar por nada del mundo, cada vez que
ella se quiere ir él se las ingenia para que se quede un ratito más en el
baile, no la suelta, bailan juntos, el príncipe le toca la mano delicadamente,
con lo que ella no sabe qué hacer porque tampoco se quiere ir pero sabe que
debe de irse. Por lo que el príncipe sólo le hace caso a ella, sólo baila con
ella, cada vez que se aleja Toda clase de Pieles el príncipe le agarra la mano para que no se
valla.
Cuando llega la hora de irse y
preparar al príncipe su vaso de leche, no le da tiempo de cambiarse, así que se
puso su abrigo de toda clase de pieles encima del vestido y fue corriendo a
preparar el vaso de leche esta vez le echó la última perla que le quedaba del
regalo de su madre.
Como todas las noches ella llamó
a la puerta de la habitación del príncipe para darle su vaso de leche, pensando
que se lo iba a coger y ella se marcharía a su habitación como todos los días.
Pero esa noche le dijo el príncipe:
-
Pasa dentro, es muy tarde. Me tomo mi vaso de
leche y te bajas el vaso.
Ella sin ningún problema le hace
caso, se sienta donde la manda, como haría una sirvienta delante de la realeza.
Entonces el príncipe empezó a beber su vaso de leche y como de costumbre se
encontró otra perla y dijo.
-
Esta es el tercer día que me encuentro una perla
dentro del vaso. ¿Tú sabes algo de quien me pudo poner estas perlas en el vaso?
La joven se puso muy nerviosa, no
sabía qué hacer. Se quedó callada. Con lo que el príncipe le quitó la caperuza
del abrigo la miró a los ojos y le dijo:
-
No sé en realidad quién eres. Sólo sé que desde
el primer día que te vi en las cocinas me has encantado. Me es indiferente si
eres cocinera, si eres una princesa… lo único que me importa es que eres la
mujer más bella que he conocido en mi vida.
Estas perlas te
pertenecen y le sacó de la mesilla una cadenita con las dos perlas anteriores
en la cual metió la tercera y se la puso. A estas perlas le falta una muy
importante que es esta, la cogió la mano y le puso un anillo con la perla más
perfecta y más bonita que uno se pueda imaginar. Si tú deseas quiero pasar el
resto de mi vida contigo porque eres la mujer de la que me he enamorado.
¿Aceptas?
Ella muy contenta le respondió
que sí.
Se casaron y fueron felices por
siempre jamás.